No hay ladrón que por bien no venga, es una comedia de enredos que muestra como de una situación que pareciera ser pequeña, se levanta toda una arquitectura escénica que no solamente señala la hipocresía del ser humano sino que, al mismo tiempo, se ríe de él y logra que el espectador se burle de la falsedad de la sociedad en la que se desenvuelve.
La obra gira en torno a una pareja en la que marido y mujer se engañan. Lo que ellos no saben es precisamente que sus respectivos amantes son también matrimonio, y todo esto sale a la luz cuando en sus vidas aparece un ladrón y su esposa, siendo ella quien desmenuza la historia. Un sinfín de malentendidos, hilarantes y convergentes, se acumulan a medida que más y más personajes van entrando en escena en situaciones en las que entre ellos se van culpando unos a otros para no ser descubiertos, subrayando una situación absurda y cotidiana.
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